jueves, 18 de septiembre de 2014

DILEMA

 

DILEMA

 

DANIEL 1:3-8 El rey ordenó a Aspenaz, jefe del personal de la corte, que eligiera entre los israelitas de estirpe real o de familias nobles algunos jóvenes sin defectos físicos y de buena presencia, que estuvieran instruidos en todas las ramas del saber y que fueran inteligentes y perspicaces, capaces de estar al servicio de la corona y de aprender la literatura y la lengua de los caldeos. El rey ordenó que se les diera una ración diaria de la comida y del vino que se servían en la mesa real. Mandó también que fueran educados durante tres años antes de ponerlos al servicio del rey. Entre aquellos jóvenes había unos que procedían de Judá, y se llamaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías. El jefe del personal de la corte les puso otros nombres: a Daniel lo llamó Baltasar; a Ananías le puso Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abednegó. Daniel decidió no contaminarse con la comida y el vino de la mesa real, y pidió al jefe del personal que le permitiera no contaminarse. (B.L.P.H.)

 

©      Que dilema… ¿Obedecer a Dios u obedecer al mundo?

La historia de Daniel ilustra algunos elementos clave de la obediencia. Vemos al sabio joven hacer lo que el Señor le mandaba, de la manera y en el momento correctos.

 

Daniel sabía que la ley de Dios prohibía comer alimentos ofrecidos a los ídolos. Pero él estaba cautivo en Babilonia, una nación que adoraba dioses falsos, y pronto enfrentó una difícil decisión. El rey Nabucodonosor había ordenado que los manjares más selectos fueran enviados a Daniel después de haber sido presentados a los ídolos.

©      ¿Era mejor obedecer al Señor y arriesgarse a la ira del rey, o desobedecer a Dios y agradar al gobernante?

En apariencia, el dilema de Daniel era acerca de una comida que no aceptaba. Pero en realidad se trataba de su lealtad a Dios. Podía haber racionalizado la desobediencia a la orden divina diciéndose a sí mismo que era un súbdito y que no tenía otra opción. Pero decidió no comer la comida del rey y buscó la manera de honrar al Señor obedeciendo su ley.

 

Hoy día, muchas cosas que nuestro mundo encuentra aceptables están fuera de los límites protectores de Dios para sus hijos. Algunas no son buenas para nosotros, y otras no lo honran a Él. Nuestro deseo, como cristianos, es obedecer al Señor, pero nuestra carne quiere que nos agrademos a nosotros mismos y a los demás. Pero negarse a sí mismo y obedecer a Dios, es siempre la decisión correcta. Para ser como Daniel, debemos aplicar siempre las Sagradas Escrituras a nuestras decisiones. Luego, cuando vengan los problemas, tendremos la valentía de obedecer a Dios.

 

CONFESIÓN DE FE:

A MI PADRE CELESTIAL LE AGRADA QUE TENGA UN ESTILO DE VIDA DE OBEDIENCIA COMO LA DE DANIEL; ES POR ESO QUE HOY RESUELVO EL DILEMA DE OBEDIENCIA AL MUNDO O A ÉL, MANTENIÉNDOME FIEL A SUS MANDATOS Y ENSEÑANZAS.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, El Emunah, el Dios Fiel (Deuteronomio 32:4). Tu, mi Señor, eres completamente confiable, puedo confiar en Ti completamente, en esta vida y en el destino eterno, pues Tus obras son perfectas. Todo lo que haces es justo e imparcial, eres Dios Fiel, nunca actúas mal; ¡Oh mi señor qué justo y recto eres Tú! Es por la convicción que tengo de lo buena, perfecta y agradable que es Tu voluntad, que hoy decido ser completamente leal y obediente a Ti y no al mundo, seguro de que además de agradarte cosechare lo que la fidelidad y lealtad a Ti me puedan deparar. Gracias mi amado Señor y Salvador Jesucristo. Amén.


Juan Manuel Lamus O.