martes, 27 de junio de 2017

SANTIFICADOS

 

ROMANOS 12:1-3 Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que Él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a Él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta. Basado en el privilegio y la autoridad que Dios me ha dado, le advierto a cada uno de ustedes lo siguiente: ninguno se crea mejor de lo que realmente es. Sean realistas al evaluarse a ustedes mismos, háganlo según la medida de fe que Dios les haya dado. (N.T.V.)


©  Santificados, un proceso para toda una vida de santidad.

Al poner su fe en Jesucristo, el nuevo creyente es santificado, es decir, apartado para el propósito de Dios. A diferencia de la salvación, que se produce en un instante, la santificación es un proceso que dura toda una vida.

 

Quienes hemos confiado en Cristo como Salvador y permitido que su Santo Espíritu controle nuestras vidas, estamos siendo santificados en el presente, no importa lo que podamos sentir o cómo parezcan nuestras acciones a los demás. Estamos progresando en la madurez de nuestra fe. Si estamos progresando, entonces tenemos que estar avanzando hacia algo. El apóstol Pablo explicó la misión del cristiano de esta manera: "Porque a los que [Dios] antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo" (Romanos 8:29). El carácter, la conducta y la conversación de un creyente deben reflejar a Cristo. Por nuestra propia cuenta, pondríamos demasiado énfasis en la conducta y quedaríamos atrapados por la obediencia a las reglas y a las ceremonias que parecen cristianas, pero que no reflejan en verdad a Cristo. Pero Dios ha dado a cada creyente su Espíritu como maestro y guía. La obra del Espíritu Santo es transformar nuestras mentes y corazones para que nuestro carácter sea diferente al de las personas que no conocen a Cristo. Solo cuando estamos bajo el control del Espíritu podemos hablar y actuar de acuerdo con lo que somos realmente: hijos de Dios.

©  Nuestro Padre Celestial quiere que sus hijos seamos ejemplos vivos y un reflejo de lo que Él es.

 

CONFESIÓN DE FE:

SE QUE EL SEÑOR NO ESPERA PERFECCIÓN DE MÍ; SABE QUE NO PUEDO SER PERFECTO MIENTRAS VIVA EN ESTE CUERPO. EN VEZ DE ESO, ÉL ME ENSEÑA A PENSAR Y ACTUAR PARA QUE PUEDA ANDAR COMO ES DIGNO DE LA VOCACIÓN CON QUE FUI LLAMADO, Y ASÍ LO HARÉ (EFESIOS 4:1).

 

ORACIÓN:

Señor Jesús, Elohim Kol Basar, Dios de toda carne (Jeremías 32:27). Dios y Señor mío, ya que Tú, El Todopoderoso, nos has creado a todos los seres sobre la tierra y demandas que nos conformemos a tus planes para nosotros, hoy vengo a tu Presencia totalmente dispuesto para esto, y quiero aprovechar todos los instrumentos que utilizas en mi transformación y moldeo en todas las áreas de mi vida, alma, cuerpo y espíritu. Por eso me acerco en oración, teniendo atenta cuenta de tu Palabra e instrucción, y congregándome como Tú lo exiges, pues sé que estos harán de mi la persona que originalmente creaste. Gracias mi amado Señor y Salvador Jesucristo por tu mano poderosa actuando permanentemente en mi vida para la santificarme. Amén.


Juan Manuel Lamus O.