jueves, 5 de diciembre de 2019

SERVICIO VS. AMBICIÓN

 

MATEO 20:25-28 Entonces la madre de Santiago y de Juan, hijos de Zebedeo, se acercó con sus hijos a Jesús. Se arrodilló respetuosamente para pedirle un favor.

-       ¿Cuál es tu petición? le preguntó Jesús. La mujer contestó:

-       Te pido, por favor, que permitas que, en tu Reino, mis dos hijos se sienten en lugares de honor a tu lado, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús les respondió:

-       ¡No saben lo que piden! ¿Acaso pueden beber de la copa amarga de sufrimiento que Yo estoy a punto de beber?

-       Claro que sí, contestaron ellos, ¡podemos! Jesús les dijo:

-       Es cierto, beberán de mi copa amarga; pero no me corresponde a mí decir quién se sentará a mi derecha o a mi izquierda. Mi Padre preparó esos lugares para quienes Él ha escogido.

Cuando los otros diez discípulos oyeron lo que Santiago y Juan habían pedido, se indignaron. Así que Jesús los reunió a todos y les dijo:

-       Ustedes saben que los gobernantes de este mundo tratan a su pueblo con prepotencia y los funcionarios hacen alarde de su autoridad frente a los súbditos. Pero entre ustedes será diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente, y el que quiera ser el primero entre ustedes deberá convertirse en esclavo. Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos. (NTV)

 

De la verdadera actitud y aptitud para desarrollar un espíritu de siervo.

La ambición personal y el servicio no siempre son compatibles. De hecho, a menudo se contradicen entre sí. El propósito de un verdadero siervo es agradar a su señor en lo que sea necesario, pero la ambición personal se esfuerza por avanzar para provecho propio.

 

Las palabras del Señor Jesús, en el pasaje que estudiamos hoy, debieron haberles sonado extrañas a los discípulos, ya que, de acuerdo con la mentalidad de su cultura, la grandeza se lograba luchando, no sirviendo. Al igual que ellos, vivimos en un mundo en el que muchas personas buscan llamar la atención, se fijan metas, crean planes y hacen lo que sea necesario para lograr lo que se han propuesto. Pero, como cristianos, debemos vivir según una norma diferente: Exaltar a Cristo, obedecer sus preceptos y servirlo fielmente al hacer su voluntad, no la nuestra. No hemos sido llamados a ganar fama ni fortuna, ni dejar nuestras huellas en concreto para que todos las admiren. Nuestra tarea es seguir con humildad las pisadas del Señor Jesucristo. Que nuestra vida tenga un impacto grande o pequeño depende de Dios, no de nosotros. Los más grandes actos de servicio no suelen ser exhibiciones llamativas; son gestos comunes, como ser amable con los extraños, ministrar a otros creyentes y orar por los demás.

 

El Señor Jesucristo se humilló, renunció a sus derechos y obedeció al Padre hasta el punto de morir en la cruz (Filipenses 2:5-8).

 

¡¡¡Ser Siervo de Dios comienza con la misma actitud del Señor Jesús:

Requiere ayudar a otros cuando no nos resulte cómodo,

realizar tareas que no sean llamativas y obedecer, aunque nos resulte caro!!!

 

CONFESIÓN DE FE:

NO ESTAMOS EN ESTE MUNDO PARA CONSTRUIR NUESTRO REINO, SINO PARA SERVIR DE MANERA FIEL A DIOS MIENTRAS ÉL CONSTRUYE EL SUYO, ASÍ QUE YO ME PROPONGO TENER LA APTITUD Y LA ACTITUD PARA SER SU SIERVO.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, El HaGadol, El Gran Dios (Deuteronomio 10:17); Señor Jesús, El Ebed de Dios, el Siervo de siervos y Siervo de Dios (Mateo 20:28). Mi Dios y mi Señor Jesús, gracias quiero darte hoy por tu amor incomparable, aquel que pones al servicio de cada uno de nosotros sin distinción y la actitud de siervo incondicional y ejemplar. Hoy clamo a Ti para que me ayudes a tener la actitud y la aptitud de ser un siervo para tu Reino, así como lo has hecho siempre Tú, para que el verdadero propósito por el cual el Padre Celestial me creó sea cumplido a cabalidad y poder oír un día tu voz diciéndome: "Buen siervo y fiel". Gracias por tu modelaje de servicio mi Señor y Salvador Jesucristo; he orado en tu Poderoso Nombre ¡Amén!


Juan Manuel Lamus O.