domingo, 24 de agosto de 2014

EL MAESTRO

 

EL MAESTRO

 

Erase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que todas las personas que estaban allí reunidas se sintieron conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud se encontraba un hombre que había escuchado todas las palabras que el maestro había pronunciado. Era un hombre muy humilde y de gran corazón, que se sintió tan conmovido por las palabras del maestro que sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.

 

Así pues cuando el maestro acabó de hablar, el hombre se abrió paso entre la multitud, se acercó a él y, mirándole a los ojos, le dijo:

-       Sé que está muy ocupado y que todos requieren su atención. También sé que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quería que lo supiera.

 

El maestro le miró a los ojos, y con la más bella de las sonrisas, le contestó:

-       Prepáralo todo. Iré. Entonces el maestro se alejó.

 

Al oír estas palabras el corazón del hombre se sintió lleno de júbilo. A duras penas podía esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que sentía por Él. Sería el día más importante de su vida:

©      El maestro estaría con él.

 

Compró la mejor comida y el mejor vino y buscó las ropas más preciosas para ofrecérselas como regalo. Después corrió hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos para recibir al maestro. Lo limpió todo, preparó una comida deliciosa y decoró bellamente la mesa. Su corazón estaba rebosante de alegría porque el maestro pronto estaría allí.

 

El hombre esperaba ansioso, cuando alguien llamó a la puerta. La abrió con afán pero, en lugar del maestro, se encontró con una anciana.

Ésta le miró a los ojos y le dijo:

-       Estoy hambrienta. ¿Podrías darme un trozo de pan?

Él se sintió un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro.

Miró a la mujer y le dijo:

-       Por favor entre a mi casa.

La sentó en el lugar que había preparado para el maestro y le ofreció la comida que había preparado para él. Pero estaba ansioso y esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sintió conmovida por la generosidad de éste hombre. Le dio las gracias y se marchó.

 

Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando alguien volvió a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que había viajado a través del desierto.

El forastero le miró y le dijo:

-       Estoy sediento. ¿Podrías darme algo de beber?

De nuevo se sintió un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero aún así, invitó al desconocido a entrar a su casa, hizo que se sentase en el lugar que había preparado para el maestro y le sirvió el vino que quería ofrecerle a él. Cuando se marchó volvió a preparar de nuevo todas las cosas.

 

Por tercera vez, alguien llamó a la puerta y cuando la abrió, se encontró con un niño. Éste elevó su mirada hacia él y le dijo:

-       Estoy congelado. ¿Podría darme una manta para cubrir mi cuerpo?

Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero miró al niño a los ojos y sintió amor en su corazón. Rápidamente cogió las ropas que había comprado para el maestro y le cubrió con ellas. El niño le dio las gracias y se marchó.

Volvió a prepararlo todo de nuevo para el maestro y después se dispuso a esperarle hasta que se hizo muy tarde. Cuando comprendió que no acudiría se sintió decepcionado, pero lo perdonó de inmediato.

Se dijo a sí mismo:

-       Sabía que no podía esperar que el maestro viniese a esta humilde casa. Me dijo que lo haría, pero algún asunto de mayor importancia lo habrá llevado a cualquier otra parte. No ha venido, pero al menos aceptó la invitación y eso es suficiente para que mi corazón se sienta feliz. 

Entonces guardó la comida y el vino y se acostó. 

 

©      Aquella noche soñó que el Maestro le hacía una visita.

Al verlo se sintió feliz sin saber que se trataba de un sueño:

-       ¡Ha venido Maestro! Ha mantenido su palabra.

El Maestro le contestó:

-       Sí, estoy aquí, pero estuve aquí antes.

©      Estaba hambriento y me diste de comer, estaba sediento y me ofreciste vino, tenía frío y me cubriste con ropas. 

©      Porque todo lo que haces por los demás, lo haces por Mí.

 

El hombre se despertó con el corazón rebosante de dicha porque había comprendido la enseñanza del Maestro. Lo amaba tanto que había enviado a tres personas para que le transmitiesen la lección más grande:

©      Que Él vive en el interior de todas las personas.

©      Cuando das de comer al hambriento, de beber al sediento y cubres al que tiene frío, ofreces tu amor al Maestro.

 

MATEO 25:31-40  Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria acompañado por todos los ángeles, entonces se sentará sobre su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán en su presencia, y Él separará a la gente como un pastor separa a las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha:

-       "Vengan, ustedes, que son benditos de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Pues tuve hambre, y me alimentaron. Tuve sed, y me dieron de beber. Fui extranjero, y me invitaron a su hogar. Estuve desnudo, y me dieron ropa. Estuve enfermo, y me cuidaron. Estuve en prisión, y me visitaron".

Entonces esas personas justas responderán:

-       "Señor, ¿en qué momento te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos algo de beber, o te vimos como extranjero y te brindamos hospitalidad, o te vimos desnudo y te dimos ropa, o te vimos enfermo o en prisión, y te visitamos?".

Y el Rey dirá:

-       "Les digo la verdad, cuando hicieron alguna de estas cosas al más insignificante de éstos, mis hermanos, ¡me lo hicieron a Mí!". (N.T.V.)

 

ORACIÓN DE GRATITUD

 

Señor Jesús, Rabí, mi Maestro (Mateo 23:8); en este día vengo ante tu Presencia, sólo para darte las gracias por las bendiciones que por fe ya he recibido:

©      Gracias por la fortaleza que me das para servir a los que amo, aún cuando en ocasiones siento que desfallezco de cansancio; pero Tú me sustentas para seguir el camino que me falta para llegar.

©      Gracias porque has depositado en mí la gracia de Tu Amor para poder perdonar a los que me ofenden y lastiman.

©      Gracias porque en Ti tengo mi recompensa; aunque en este día no recibí palabras de gratitud por mi esfuerzo, al buscar tu rostro en la noche en Ti, y sólo en Ti, encuentro el confort y abrazo, y tus palabras de aliento me dicen que todo lo que haga lo haga de corazón como para el Señor, sabiendo que de Ti recibiré recompensa porque es a Ti a quien sirvo.

©      Gracias por que en Ti puedo refugiarme en mis tiempos de angustia y aflicción, porque sólo en tu perfecto amor, es echado fuera todo temor.  Pero sobre todo gracias porque cada día que amanezco puedo contar con tu Presencia.

©      Gracias por tu Palabra poderosa que me dice que en Ti soy más que vencedor. 

©      Gracias por los amigos que pones al rededor de mi vida, para aprender de cada uno de ellos.

©      Gracias por mis hijos porque me permites abrazarlos y encaminarlos con tu sabiduría y revelación.

©      Gracias por las bendiciones que desde lo alto derramas sobre mí cada día.

 

¡¡¡Señor, gracias por mi hoy, en tus manos pongo mí mañana, amén!!!

 

Un Abrazo, Dios te bendiga y te guarde, haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; y permita que prosperes en todas las áreas de tu vida, y derrame sobre ti muchas bendiciones de Vida, Paz, Amor, Salud y mucha Prosperidad

 

 

 

Juan Manuel Lamus O.