martes, 19 de febrero de 2019

PREPARACIÓN

 

GÁLATAS 1:11-16 Amados hermanos, quiero que entiendan que el mensaje del Evangelio que predico no se basa en un simple razonamiento humano. No recibí mi mensaje de ninguna fuente humana ni nadie me lo enseñó. En cambio, lo recibí por revelación directa de Jesucristo. Ustedes saben cómo me comportaba cuando pertenecía a la religión judía y cómo perseguí con violencia a la Iglesia de Dios. Hice todo lo posible por destruirla. Yo superaba ampliamente a mis compatriotas judíos en mi celo por las tradiciones de mis antepasados. Pero aun antes de que yo naciera, Dios me eligió y me llamó por Su gracia maravillosa. Luego le agradó revelarme a Su Hijo para que yo proclamara a los gentiles la Buena Noticia acerca de Jesús. (NTV)

 

El camino del discipulado es la preparación genuina para compartir el evangelio tanto en la cotidianidad como desde el púlpito.

Tras su conversión, Pablo se fue al desierto por tres años; durante ese tiempo el Espíritu Santo lo instruyó en los caminos del Señor, y de allí salió preparado para comunicar la verdad de Dios. Listo para encender una luz.

 

El Señor habla a los creyentes para que puedan comprender la verdad, ajustarse a ella y comunicarla. Estos mismos pasos son el mapa de ruta del discipulado. Lo que pasó durante los años que Pablo estuvo en el desierto, fue solo el comienzo de un proceso de toda la vida; Dios renovó su mente y lo transformó a la imagen de Cristo. Para el apóstol, ese cambio comenzó al conectar su abundante conocimiento de las Sagradas Escrituras con la revelación de que Jesucristo era el Hijo de Dios. Pablo conocía a fondo la Palabra, pero la verdad de que Jesús era el Mesías prometido le hizo reconsiderar el fundamento en el que había estado confiando. Todo lo que sabía acerca de Dios tenía que ser revaluado a la luz de esta nueva información. Pablo había vivido tratando de agradar a Dios, por lo que el Espíritu Santo vio en él, sin duda, a un alumno dispuesto. El alma del apóstol tenía que ser moldeada de acuerdo con la voluntad del Padre y el Señor siguió trabajando en él mucho después de que dejara el desierto y comenzara su ministerio, 11 años más. Toda persona que lee sus epístolas es testigo de la obra de Dios en un hombre rendido a Él y empeñado en la preparación para ministrar Su Palabra.

 

Los planes del Señor en cuanto al discipulado parecen ser los mismos para cada creyente. Al igual que Pablo, usted es un alumno del Espíritu Santo, y el conocimiento que obtenga de la Palabra debe cambiar su vida e impactar la de otros.

Se necesita sabiduría y responsabilidad para ministrar la Palabra de Dios, sea en la cotidianidad o desde el púlpito si se nos da la oportunidad.

 

CONFESIÓN DE FE:

PROCURARÉ SER COMO EL APÓSTOL PABLO, CONVIRTIÉNDOME EN UN HACEDOR DE DISCÍPULOS, COMPARTIENDO CON LOS DEMÁS LO QUE HE APRENDIDO. SIN EMBARGO, SÉ QUE DEBO SER RESPONSABLE Y SABIO PARA PREDICAR Y ENCENDER LA LUZ DE CRISTO EN EL MUNDO.

 

ORACIÓN:

Padre Santo, Elohim Yishi, Dios de mi salvación (Isaías 12:2). Señor Jesús, El Yeshuati, sé que Tú, Dios mío, eres la fuente de salvación y quieres salvar a tu creación. Por eso se que estoy llamado a compartir o predicar tu Evangelio de una manera sabia y responsable, tanto en la cotidianidad, como desde el púlpito si se me presenta a posibilidad. Tú me has enseñado a través de la experiencia de Pablo lo que verdaderamente es predicar, hacer discípulos, dejar que tu Palabra transforme mi vida y así poder ser luz de bendición para mis semejantes. Hoy clamo a Ti para que no pierda yo el ánimo, el hambre y la sed de conocer más de Ti para compartirlo con los demás. Te pido el espíritu de revelación de tu verdad, de manera que sea arraigada por el Espíritu Santo en mi corazón y puesta en práctica en mi cotidianidad. Gracias Padre Celestial por escogerme y discipularme para predicar tu Palabra. He orado en el Poderoso Nombre de Jesús ¡Amén!


Juan Manuel Lamus O.