jueves, 18 de enero de 2018

POR GRACIA

 

ROMANOS 5:1-11 Por lo tanto, ya que fuimos declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor. Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos, Cristo vino en el momento preciso y murió por nosotros, pecadores. Ahora bien, casi nadie se ofrecería a morir por una persona honrada, aunque tal vez alguien podría estar dispuesto a dar su vida por una persona extraordinariamente buena; pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Entonces, como se nos declaró justos a los ojos de Dios por la Sangre de Cristo, con toda seguridad Él nos salvará de la condenación de Dios. Pues, como nuestra amistad con Dios quedó restablecida por la muerte de su Hijo cuando todavía éramos sus enemigos, con toda seguridad seremos salvos por la vida de su Hijo. Así que ahora podemos alegrarnos por nuestra nueva y maravillosa relación con Dios gracias a que nuestro Señor Jesucristo nos hizo amigos de Dios. (NTV)

 

 Viviendo por gracia y como amigos de Dios, es el resultado de la justificación.

La gracia es la bondad y la benevolencia de Dios para con quienes no las merecen ni tampoco pueden ganarlas.

 

Cada día, Dios hace posible que nuestro corazón lata, que nuestro cuerpo sane y que podamos dar y recibir amor, aunque lo rechacemos. Dios ofrece perdón a los rebeldes, libertad a los pecadores y comunión personal con Él. Toda persona que pone su fe en Cristo como Salvador tiene acceso al "Trono de la Gracia", donde el Redentor sirve como sumo sacerdote, intercediendo por los suyos (Hebreos 4:16;7:25). Sabemos que podemos acercarnos a Dios con confianza, porque no hay ninguna condenación para quienes pertenecen a Él (Romanos 8:1). Pero no siempre fue así. Israel, el pueblo elegido de Dios, vivía bajo la Ley, no bajo la gracia. Porque ellos, al igual que nosotros, fueron desobedientes, Dios en su misericordia estableció el sistema de sacrificios para darles temporalmente y de manera simbólica el perdón de pecados. Pero Jesús nos da un perdón permanente, porque su muerte fue el pago hecho por todos los pecados cometidos, inclusive los futuros (Hebreos 7:27). Ningún humano común podía obedecer cada aspecto de los 613 mandamientos divinos dados por medio de Moisés. Pero Cristo cumplió la Ley por nosotros, y la Gracia hace que ese cumplimiento cuente a favor nuestro. Nuestro Salvador sacrificó su vida por nosotros y, como resultado, podemos acercarnos al Trono del Señor directamente.

 

♥ Permita que esta verdad impregne su corazón y su mente, para que pueda convertirse en una expresión del amor, la bondad y la benevolencia del Señor para con los demás.

 

CONFESIÓN DE FE:

NO SOMOS DIGNOS DE LA AMISTAD DE JESUCRISTO, PERO TENEMOS EL PRIVILEGIO DE VIVIR EN SU GRACIA, EN TODO CASO, EN EL SEÑOR ENCONTRAMOS EL PERDÓN DE PECADOS Y LA SALVACIÓN ETERNA.

 

ORACIÓN:

Señor Jesús, El León de Judá, El Yeshuati, el Dios de mi Salvación (Isaías 12:2).  Mi amado Rey, Señor y Dios, sé que Tú mismo eres la fuente de salvación, quieres salvar a tu creación del pecado, y es por eso por lo que cada individuo debe personalmente conocerte como el "Dios de mi Salvación". Gracias porque me has salvado de mis pecados y en tu salvación está implícito el cambio de vida y la renovación de mi corazón. Hoy, quiero recordar este hecho tan importante, porque en la salvación está contenida la victoria sobre el pecado y por ello hoy, el pecado no se enseñoreará más de mí. Gracias mi Salvador Jesucristo por ser mi Rey y mi Señor, he orado en tu Poderoso Nombre. Amén.


Juan Manuel Lamus O.