miércoles, 19 de agosto de 2015

SALVOS

 

EFESIOS 2:8,9 Dios los salvó por su Gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. (N.T.V.)

 

©    ¿Qué quiere de nosotros el  Dios que salva?

Hace poco estuve hablando con un hombre sobre su vida espiritual. Cuando le pregunté:

-     "¿Es usted salvo?", respondió:

-     "No, pero estoy trabajando en eso".

Cuando le pedí más detalles, me dijo que estaba haciendo algunos cambios en su vida. Había dejado de fumar y beber, entre otras cosas. Yo sabía que debía ayudarlo a entender algunos principios importantes, ya que su única confianza hasta ese momento era mejorar su condición física.

 

Lo que este hombre necesitaba entender, es que lo que hagamos o abandonemos por Jesús, no tiene importancia. El Señor no está buscando a personas que cambien algunos hábitos por la pura fuerza de voluntad; está llamando a personas a rendirse a Él. La única acción que Dios espera de alguien que le busca es que crea en Jesús; en que Él es quien dice ser; en que hará lo que dice; en que tiene la autoridad para perdonar; y en que equipará a su pueblo para que tengan una vida agradable a Dios. Por estas convicciones, el nuevo cristiano tiene la capacidad de apartarse de su vieja vida; en otras palabras, para arrepentirse y comenzar el proceso de convertirse en "una nueva criatura" (2 Corintios 5:17).

 

Puesto que no podemos ganar la salvación, nadie puede jactarse delante de Dios. Toda nuestra moralidad, buenas obras y esfuerzos por cambiar, no son más que basura en comparación con la Santidad de Jesucristo (Isaías 64:6). Solo su justicia puede cubrir nuestros pecados y hacernos justos delante del Padre.

 

CONFESIÓN DE FE:

NO NOS CONVERTIMOS EN PERSONAS SALVAS ELIMINANDO VIEJOS HÁBITOS Y COMENZANDO OTROS MEJORES, RELIGIOSOS; SOMOS TRANSFORMADOS POR EL PODER SALVADOR DE JESUCRISTO CUANDO CREEMOS EN ÉL.

 

ORACIÓN:

Señor Jesús, Elohim Yishi, el Dios de mi salvación (salmo 25:5). Mi amado Señor y Salvador, se que Tu, el Hijo del Hombre, has venido a buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10), y por eso yo hoy puedo decir que Tú me has encontrado, y puedo tener cara de encontrado, encontrado por el Mesías, el Yeshuati, el Dios de mi salvación, pues yo creo firmemente que solo está en Ti, no en un sistema de creencias o de buenas obras, que la naturaleza y voluntad de Dios es salvar lo que se había perdido y que la salvación debe ser personal. Por todo esto hoy puedo decir que Tú, El Todopoderoso, eres el Dios de mi salvación, y que no hay nada que yo pueda hacer, sino aceptar que tu obra en mi vida. Gracias mi amado Jesucristo porque eres la fuente única de salvación y transformación. Gracias nuevamente mi Señor y Salvador Jesucristo. Amén.


Juan Manuel Lamus O.