viernes, 16 de junio de 2017

ESCUCHANDO

 

1 REYES 19:11-13 El Señor le dijo: Sal y ponte de pie delante de mí, en la montaña. Mientras Elías estaba de pie allí, el Señor pasó, y un viento fuerte e impetuoso azotó la montaña. La ráfaga fue tan tremenda que las rocas se aflojaron, pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Pasado el terremoto hubo un incendio, pero el Señor no estaba en el incendio. Y después del incendio hubo un suave susurro. Cuando Elías lo oyó, se cubrió la cara con su manto, salió y se paró a la entrada de la cueva. Entonces una voz le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? (N.T.V.)


©  De cómo estar escuchando y reconocer cuando Dios llama.

©  ¿Piensa usted en el Señor como un poder o como una persona?

Ser testigos de su gran poder es importante, sin duda, si vamos a confiar en su capacidad de hacer su voluntad. Pero a menos que tengamos una relación personal con el Padre Celestial, podríamos perder de vista la manera en que se interesa por nosotros.

 

En el pasaje que estudiamos hoy, encontramos al profeta Elías luchando con esos dos aspectos de su relación con el Señor. Solo un capítulo antes, él había experimentado la victoria por el poder maravilloso de Dios, en un enfrentamiento con cientos de falsos profetas (18:17-40). Sin embargo, inmediatamente después de eso, Elías temió por su vida y huyó. El profeta sabía intelectualmente que el Soberano del universo era más que capaz de protegerlo, pero lamentablemente, el temor por su vida había creado una brecha entre el conocimiento que tenía del poder y el interés de Dios por él y la intimidad que tenía continuamente con Dios. Así que, como resultado, Elías huyó. Elías llegó al monte Horeb, donde esperaba que Dios pasara de largo. Luego, tres poderosas fuerzas de la naturaleza llegaron a ese lugar en rápida sucesión, pero el profeta sabía que Dios no estaba en esos dramáticos eventos. Después que el viento, el terremoto y el fuego cesaron, Elías escuchó un débil y suave soplo. Reconoció de inmediato que se trataba de Dios y de ese modo descubrió a su Señor, justo en medio de esa tenue brisa.


©  ¿Está usted escuchando atentamente la tenue voz de Dios?

©  ¿O a menudo se encuentra distraído por las fuerzas dramáticas que claman por su atención?

 

CONFESIÓN DE FE:

LE PEDIRÉ A MI PADRE CELESTIAL QUE ATENÚE EL RUIDO, PARA QUE PUEDA APRENDER A DETECTAR SU SUAVE SUSURRO, PUES SÉ QUE ES EL ÚNICO CAPAZ DE TRANSFORMAR MI VIDA.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, Elohim Mikarov, Dios que está cerca (Jeremías 23:23). Señor Jesús, el Logos, El Verbo, la misma Palabra de Dios eres Tú (Juan 1:1). Mi amado Rey y Señor, por quien todo fue hecho, en quien está la vida y la luz para nosotros los hombres, los que en Ti creemos, los que en Ti confiamos; pero especialmente los que te escuchamos y procuramos entenderte, dejando de lado el ego y la impaciencia, seguros de que tienes determinado lo mejor para nosotros en tu perfecta voluntad y en el tiempo perfecto, el tiempo tuyo. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo por hablarme y enseñarme a escucharte, haciéndome sensible para distinguir tu voz de entre todo el ruido y palabrería que me rodea. He orado en tu Poderoso Nombre mi Señor Jesús. Amén.


Juan Manuel Lamus O.