miércoles, 5 de abril de 2017

RESTAURADOS

 

LUCAS 15:11-16 También dijo: Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde". Y él les repartió los bienes. No muchos días después, habiendo juntado todo, el hijo menor se fue a una región lejana y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y él comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se allegó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual lo envió a su campo para apacentar los cerdos. Y él deseaba saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. (R.V.A.'15)


©  Restaurados por la gracia.

La independencia es una cualidad muy valorada. La enseñamos a nuestros hijos, y la exigimos para nosotros mismos. Existen incluso estatuas y monumentos erigidos como homenajes a la autosuficiencia y a la libertad. Pero la historia del hijo pródigo nos muestra un aspecto menos positivo de la independencia; un aspecto que, lamentablemente, es parte de la naturaleza humana. El hijo rebelde se hace cargo de su propia vida, rechazando el amor y la protección de su padre. Por suerte, la historia no termina con el pecado del joven; termina con la demostración de la gracia restauradora de Dios.

 

Pecar significa actuar independientemente de la voluntad de Dios. Comienza con un deseo y luego la decisión de ejecutarlo. Cuando lo hacemos, nos encontramos, como el hijo pródigo, en una "provincia apartada", fuera y lejos de la voluntad de Dios. Mantenerse allí es vivir en el engaño, y nos engañamos al pensar que sabemos más que Dios, ignorando las consecuencias, entonces después viene la derrota. Por un tiempo, todo puede parecer estar bien, pero al igual que el hijo pródigo, descubrimos que nuestro camino lleva a la derrota. Hasta que finalmente, comenzamos a padecer de hambre espiritual, y de carencias emocionales, lo que lleva a la desesperación, donde nuestras opciones son pocas y nada agradables. Pero al igual que la desesperación no es el final de la historia del hijo pródigo, tampoco tiene que ser el nuestro cuando pecamos. Jesús contó esta historia del amor perdonador del Padre Celestial, pues deseaba darnos a conocer la gracia restauradora de nuestro Dios.

 

CONFESIÓN DE FE:

SÉ QUE LA GRACIA RESTAURADORA DE DIOS TAMBIÉN ES PARA MÍ, Y ME ACOJO A ELLA, PUES MI SEÑOR LA HA DISPUESTO, Y ASÍ PUEDO VER, NO SOLO MI PECADO PERDONADO, SINO MI VIDA LLENA DEL AMOR INAGOTABLE Y LA BENDICIÓN DE DIOS.

 

ORACIÓN:

Misericordioso Dios, El Chanun, Dios lleno de Gracia (Juan 1 :16,17). Señor Jesús, hoy te pido, sabiduría para entender que no puedo ser mi propio Dios, ni labrar mi propia felicidad, ni puedo ser mi propio Cristo para restaurarme el gozo, ni puedo ser mi propio Espíritu Santo para que me cuide, me enseñe, me guíe y me gobierne. Señor, que hoy, por fin pueda comprender que es solo por tu Gracia que yo vivo y disfruto de todas las bendiciones y bondades que llegan de tu mano. Estoy plenamente convencido que, si hoy entiendo y vivo en este principio, el genuino agradecimiento brotará de mi corazón y la vanidad se despedazará por la acción vigorosa de tu Palabra. De cuantas ataduras seré libre hoy, si comprendo y vivo en tu gracia. Soy lo que soy, tengo lo que tengo y hago lo que hago, solo por la Gracia de Dios. Gracias Padre Celestial por tu Gracia. He orado en el Poderoso Nombre de Jesús. Amén.


Juan Manuel Lamus O.