martes, 4 de julio de 2017

SANTIDAD Y SALVACIÓN

 

HEBREOS 9:11-14 Entonces Cristo ahora ha llegado a ser el Sumo Sacerdote por sobre todas las cosas buenas que han venido. Él entró en ese tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo, el cual no fue hecho por manos humanas ni forma parte del mundo creado. Con su propia sangre, no con la sangre de cabras ni de becerros, entró en el Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, y aseguró nuestra redención eterna. Bajo el sistema antiguo, la sangre de cabras y toros y las cenizas de una novilla podían limpiar el cuerpo de las personas que estaban ceremonialmente impuras. Imagínense cuánto más la sangre de Cristo nos purificará la conciencia de acciones pecaminosas[g] para que adoremos al Dios viviente. Pues por el poder del Espíritu eterno, Cristo se ofreció a sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados. (N.T.V.)


©  De la santidad personal y el regalo de la salvación.

Si usted se dirigiera al azar a cualquier persona en la calle y le preguntara si irá al cielo, muy probablemente le diría que sí. Si le pregunta por qué, lo más probable es que le mencione las cosas buenas que ha hecho. A los no creyentes, y algunos creyentes también, se les hace difícil entender por qué sus obras no son suficientes para la salvación. En realidad, muchas personas no reconocen en absoluto su necesidad de ser salvas.

 

Suponen que ser una buena persona, buen amigo o esposo o un padre dedicado que no engaña a nadie y hace bien su trabajo, es suficiente para ganar la vida eterna. No se ven a sí mismos como pecadores, ni comprenden que el pecado los ha separado del Dios santo, creen que pueden ganar un lugar en el cielo por medio de su conducta y buenas obras. La trampa para las personas que piensan de esta manera, es que son incapaces de reconocer que el Señor es el único que puede hacer algo en cuanto a la condición pecaminosa del ser humano. La mayoría de nosotros nos vemos muy bien a nuestros propios ojos porque, al utilizar a otros como un patrón para hacer la comparación, siempre podemos encontrar a alguien cuyo estilo de vida o sus malas acciones nos hacen lucir mejor. Pero cuando nos comparamos con la santidad perfecta de Dios, ninguno de nosotros da la talla. El Salvador murió por los pecados de la humanidad y resucitó para que cada persona pudiera ser santa, así como Dios es santo. Juan explicó cómo es lavado el pecado del creyente:

©  "La sangre de Jesucristo su Hijo (de Dios) nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).

 

CONFESIÓN DE FE:

LAS BUENAS OBRAS NO SIGNIFICAN NADA, A MENOS QUE SEAN EL RESULTADO DE UN ESPÍRITU LIMPIO. SE QUE PUEDO TENER SANTIDAD PERSONAL SOLAMENTE RECIBIENDO AL SEÑOR JESUCRISTO Y SU REGALO DE LA SALVACIÓN.

 

ORACIÓN:

Señor y Salvador Jesucristo, Elohim Yishi, Dios de mi Salvación (Salmo 25:5). Mi amado Rey, Señor y Salvador Jesús, sé que a salvación está en una persona, en Ti, no en un sistema de creencias o de buenas obras, y que el propósito y voluntad de Dios Padre es buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10). Es por eso que la salvación debe ser personal y tu mi Señor, el Todopoderoso, debes ser el Dios de mi salvación. Gracias mi amado Dios porque no has puesto una carga de obras y supuesta santidad para que podamos acceder a la vida eterna al lado tuyo, sino que has propuesto el sacrificio de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo, para que por medio de la fe en Él podamos recibir el regalo de la salvación. Gracias Padre Celestial. Amén.


Juan Manuel Lamus O.