jueves, 6 de abril de 2017

PROFUNDA

 

LUCAS 15:17-24 Entonces volviendo en sí, dijo: "¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: 'Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros'". Se levantó y fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y lo besó. El hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo". Pero su padre dijo a sus siervos: "Saquen de inmediato el mejor vestido y vístanlo, y pónganle un anillo en su mano y calzado en sus pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y regocijémonos porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado". Y comenzaron a regocijarse. (R.V.A.'15)


©  De la profunda Gracia del Padre Celestial que nos restaura.

Las películas familiares terminan normalmente con una cálida reunión de sus miembros. Los vemos abrazándose unos a otros, en una expresión de amor y solidaridad.

 

La parábola del hijo pródigo muestra una imagen semejante de la actitud de nuestro Padre Celestial hacia nosotros, sus hijos. Esta historia tan conocida ilustra la magnificencia de la Gracia. En el versículo 20, el que fue agraviado corre para recibir con brazos abiertos al agraviador. Es importante advertir cómo el que fue maltratado se compadece del culpable. Y aún hay más, el hijo pródigo no sabía que sus derechos como hijo serían restaurados. Nosotros, como creyentes, sí sabemos de antemano lo que nos espera cuando volvemos humildemente a nuestro Padre Celestial. Por su Gracia, podemos contar con su aceptación, no importa el tiempo que hayamos estado alejados de Él, o cuán lejos hayamos vagado. La Gracia nos garantiza que nuestro Señor nos recibirá con compasión y perdón, y que nos restaurará plenamente nuestros derechos como sus hijos. No es nuestro buen desempeño, ni las buenas obras o incluso las palabras apropiadas lo que importa, sino nuestra identidad en Cristo. Cuando Dios ve que pertenecemos a su Hijo y nos arrepentimos de todo corazón, Él nos perdona.

 

La parábola del hijo pródigo nos señala que, gracias a Jesucristo, somos perdonados, incluso antes de que regresemos a Él. Aunque esto no nos da licencia para pecar (Romanos 6:1,2), sí nos da un motivo para celebrar.

 

CONFESIÓN DE FE:

NUESTRO PADRE CELESTIAL ESTÁ ESPERANDO PARA DARNOS UNA CALUROSA BIENVENIDA AL HOGAR. ES POR ESO QUE YO CORRO A ÉL Y ME ACOJO A SU PROFUNDA GRACIA, LA CUAL ME RESTAURA EN TODOS LOS ASPECTOS DE MI VIDA.

 

ORACIÓN:

Padre Misericordioso, Elohim Selichot, Dios del Perdón (Nehemías 9:17). Dios de amor inagotable eres Tú mi Señor Jesús, Dios perdonador, clemente y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia. Hoy quiero darte gracias porque todas estas virtudes tuyas están a mi alcance y se convierten en mi descanso y mi refugio, en tu Presencia las hallo, y allí encuentro también la restauración de todos mis derechos como hijo amado, bendecido y ungido tuyo. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo por tu amor fiel, incondicional e inconmensurable. Amén.


Juan Manuel Lamus O.