viernes, 27 de marzo de 2020

EL DESENFOQUE

 

MATEO 14:27-31 Pero Jesús les habló de inmediato:

-       No tengan miedo —dijo—. ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí! Entonces Pedro lo llamó:

-       Señor, si realmente eres Tú, ordéname que vaya hacia Ti caminando sobre el agua.

-       Sí, ven —dijo Jesús.

Entonces Pedro se bajó por el costado de la barca y caminó sobre el agua hacia Jesús, pero cuando vio el fuerte viento y las olas, se aterrorizó y comenzó a hundirse.

-       ¡Sálvame, Señor! —gritó. De inmediato, Jesús extendió la mano y lo agarró.

-       Tienes tan poca fe —le dijo Jesús—. ¿Por qué dudaste de mí? NTV)

 

Del desenfoque, que nos hace quitar la vista de Jesús para ponerla en las circunstancias, entonces nos hundimos en ellas.

 

En el pasaje que estudiamos hoy, podemos ver que Pedro bajó de la barca pisando firme sobre el agua. Viendo que Jesús caminaba sobre el agua encrespada, Pedro creyó tener fe suficiente para actuar, pues había visto que Jesús hacía milagros y tenía poder para dominar el mar y la tormenta. Y al verlo, recordaba el asombroso poder de Dios, que había abierto las aguas del Mar Rojo, para que su pueblo escapara de la esclavitud en Egipto. Esto le daba la seguridad de que podía confiar plenamente en Cristo, porque el poder extraordinario de Jesús sobre la naturaleza era una indicación más de su completa unidad con Dios Padre. Al bajar de la barca sintió el agua firme bajo los pies; dio un paso y luego otro, apartándose cada vez más de la seguridad de la barca y aventurándose a caminar sobre el mar tempestuoso.

¡Esto era fantástico! ¡Estaba caminando sobre las aguas tal como su Maestro!

Todo esto animó al apóstol a caminar por fe, pero de repente se desenfocó; se fijó en la fuerza de la tormenta y en las profundidades de las olas, entonces desvió la vista de Aquel que lo había llamado. El impulsivo entusiasmo y el gran amor que habían sostenido su fe empezaron a decaer y comenzó a hundirse.

 

Lo que vemos en Pedro a menudo lo vemos en nosotros mismos. Muchas veces partimos con todo entusiasmo, resueltos a seguir al Señor, pero en algún punto de nuestro caminar, desviamos la mirada y nos desenfocamos de la Presencia de Cristo. Pese a que Dios ha actuado antes en nosotros y en otras personas que conocemos, cedemos ante el asalto de la duda y olvidamos que cuando el Señor nos llama, Él lo dispone todo para que respondamos bien.

 

Nuestro Señor Jesús nos exhorta a enfocarnos y dejar que Él nos eleve

a una vida de confianza, seguridad, gozo, paz y amor expectante

¡¡¡Una vida cimentada y enfocada en Dios!!!

 

Cristo nos tiende la mano tal como a Pedro y nos invita a caminar con fe, sin miedo, porque el que nos llama es el Señor Resucitado.

 

CONFESIÓN DE FE:

EL SEÑOR JESÚS ME LIBERA, ME SANA, ME FORTALECE Y ME SOSTIENE MIENTRAS CAMINO POR LAS AGUAS DE LA VIDA, QUE POR LO GENERAL SON TURBULENTAS, PERO SE QUE LA CLAVE EN TODO ESTO ES NO QUITAR LA VISTA DE ÉL, PUES ES EL ÚNICO QUE ME PUEDE SALVAR.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, Elohim Mikarov, Dios que está cerca (Jeremías 23:23). Mi amado Dios y Señor, se que tu, el Todopoderoso no estás distante, sino cerca de tu creación. No has creado el mundo y lo has abandonado, y la encarnación de Jesús expresa supremamente esta verdad. Por eso hoy te pido, ayúdanos a tener presente que esta promesa es para todos nosotros y para nuestros hijos; promesa que espera hacerse realidad en todos los que caminamos por fe. Tu sabes que también nosotros hoy, como Pedro lo estuvo, estamos en una travesía difícil para un nuevo tiempo y una nueva manera de ser iglesia, travesía difícil, pero necesaria, donde se presentan momentos en los que el miedo asalta, pero sabemos que ahí es donde se debe repetir, con total fe y esperanza: ¡Jesús, en Ti confío! También te pido Señor, cuando estemos desenfocados, ayúdanos a darnos cuenta de que Tú estás siempre a nuestro lado. En todos los tiempos difíciles de nuestras vidas, ayúdanos a oír tus palabras de aliento: ¡No tengan miedo! ¡Tengan ánimo! ¡Yo estoy aquí! Gracias Señor Jesús, porque con nuestras manos en las tuyas, nada puede ser demasiado para nosotros; he orado en tu Poderoso Nombre ¡Amén!


Juan Manuel Lamus O.