jueves, 17 de agosto de 2017

FRENTE

 

HEBREOS 12:1,2 Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al Trono de Dios. (N.T.V.)


©  Frente a la adversidad.

Cuando un niño se lastima, nuestro objetivo es que se sienta bien pronto. Quitamos los obstáculos para que al dar sus primeros pasos lo haga sin tropezar. Y muchos padres tratan de minimizar la frustración de sus hijos en edad escolar ayudándolos con sus tareas, dando a veces más ayuda de la necesaria. Aunque aliviar el malestar de los niños es comprensible, podemos, sin darnos cuenta, transmitir el mensaje sutil de que los obstáculos y el dolor tienen que ser eliminados a toda costa.

 

Las dificultades son parte de la vida y si esperamos lo contrario estaremos sufriendo desilusiones reiteradamente. Si dejamos que las desilusiones persistan, podemos dar la espalda al Señor. Se puede desperdiciar mucho tiempo tratando de evitar las dificultades, cuando podríamos poner en manos de Dios nuestro futuro. También consumimos energías tratando de salir de nuestras situaciones difíciles, en vez de pedir al Señor que nos diga cómo quiere Él que procedamos. Y lo que es más importante, Dios no ve la adversidad como una tragedia. Dios ve un valor bienhechor en nuestras pruebas. El sufrimiento y la muerte de Jesús en la cruz confirman la poderosa obra que Dios puede lograr por medio de la adversidad. Él usa las dificultades como oportunidades para nuestro crecimiento espiritual. Ninguno de nosotros disfruta de los problemas, pero en este mundo las amarguras y las dificultades son seguras. Abandonemos nuestra manera de pensar y pidamos tener la mente de Cristo, quien confió en el modo de obrar del Padre Celestial hasta la muerte en la cruz.

 

CONFESIÓN DE FE:

CONFÍO PLENAMENTE EN LA OBRA DE DIOS A TRAVÉS DE SU SANTO ESPÍRITU EN MI VIDA, POR ESO ABANDONARÉ MI MANERA DE PENSAR PARA REEMPLAZARLA POR LA MENTE DE CRISTO, Y ASÍ ESTAR SEGURO DEL VALOR BIENHECHOR DE LAS ADVERSIDADES EN MI VIDA.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, El Gibor, Dios Todopoderoso (Isaías 9:6). Mi Dios y Señor, Tú eres el guerrero y la fuerza más poderosa en el universo, y si Tú estás conmigo ¿Quién en mi contra? Tal vez me cuesta decírtelo, pero gracias te doy Señor, por la adversidad, por el fracaso, por la desilusión, por el insulto, por el engaño, por la injusticia, por la soledad, por el fallecimiento de mis seres queridos. Tú sabes cuán difícil ha sido aceptarlo; quizás estuve al punto de la desesperación, pero ahora me doy cuenta de que todo esto me acercó más a Ti, y Tú sabes por qué lo permitiste. Gracias Señor, por la fe que me has dado, por esa fe que se tambaleó cuando tantas veces encorvado bajo el peso del desánimo, Tú nunca me dejaste de fortalecer y me hiciste caminar en el sendero de la verdad, a pesar de la oscuridad. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo porque siempre has estado presente y actuando frente a mis adversidades. Amén.


Juan Manuel Lamus O.