CORRER
SALMOS 18:2,3 El Señor es mi Roca, mi fortaleza y mi Salvador; mi Dios es mi Roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro. Clamé al Señor, quien es digno de alabanza, y me salvó de mis enemigos. (N.T.V.)
© ¿A dónde correr en momentos de angustia y necesidad? Al refugio más seguro: Los brazos de Dios, nuestra Roca, Escudo y Salvador.
Historia de un cazador: Con el rifle acunado en el hueco de sus brazos, el cazador iba por un antiguo camino de leñadores casi borrado por la exuberante espesura. Caía la tarde y estaba pensando en regresar al campamento cuando oyó un ruido en los arbustos cerca de él. Antes de que tuviera oportunidad de levantar el rifle, un bultito castaño y blanco corrió hacia él a toda velocidad. Todo sucedió tan rápido, que apenas tuvo tiempo de pensar. Miro hacia abajo y allí estaba un conejito castaño, muy agotado, acurrucado contra sus piernas entre sus botas. La cosita temblaba como una hoja, pero allí estaba sin moverse. Esto era sumamente raro, los conejos silvestres tienen miedo de la gente y ni siquiera es fácil llegar a verlos, mucho menos uno que venga y se siente en nuestros pies. Mientras trataba de encontrarle explicación a aquello, otro actor entro en la escena: Más abajo en el camino una comadreja saltó al camino; cuando vio al cazador, y a la que consideraba su presa sentada a sus pies, el predador quedo congelado, el hocico jadeante y los ojos con un brillo rojo. Entonces comprendió el cazador que había irrumpido en medio de un pequeño drama de vida y muerte en el bosque. El conejito, exhausto por la persecución, estaba a solo minutos de la muerte. El cazador era su última esperanza de refugio. Olvidando su natural recelo y miedo, el animalito instintivamente se había pegado a él buscando protección de los afilados dientes de su implacable enemigo. El cazador no lo decepcionó, alzó su rifle, apuntó y disparó al suelo justo debajo de la comadreja. El animal pareció saltar casi recto al aire y entró disparado hacia el bosque de nuevo, a la máxima velocidad que sus patas se lo permitían. Durante un rato el conejito no se movió. Siguió echadito allí, acurrucado entre los pies del hombre, mientras él le hablaba suavemente: "Ya se fue, chiquitín, no creo que te moleste por un tiempo. Parece que esta noche te has librado de la trampa". Pronto el conejito se fue saltando, alejándose de su protector para entrar nuevamente en su hábitat natural, el bosque.
¿A dónde corres en momentos de necesidad? ¿A dónde corres cuando te persiguen predadores como los problemas, las preocupaciones y los temores? ¿Dónde te escondes cuando tu pasado te persigue como un lobo implacable, tratando de destruirte? ¿Dónde buscas protección cuando las comadrejas de la tentación, la corrupción y la maldad amenazan con vencerte? ¿A dónde te vuelves cuando tu energía se agota, cuando la debilidad te embarga y sientes que no puedes huir por más tiempo? ¿Te vuelves a tu protector? ¿Aquel que está firme con los brazos abiertos, esperando porque vuelvas y te refugies en la seguridad de todo lo que Él es?
CONFESIÓN DE FE:
YO CORRERÉ A LOS BRAZOS DE MI SEÑOR Y SALVADOR JESUCRISTO, PUES EN DIOS ESTÁ MI SALVACIÓN Y MI GLORIA; EN DIOS ESTÁ MI ROCA FUERTE Y MI REFUGIO.
ORACIÓN:
Dios Todopoderoso, Elohim Tzur, Dios de Roca (2 Samuel 22:47). Padre Santo, Dios grande y poderoso eres Tú, eres nuestra defensa eterna de la cual podemos depender puesto que eres fuerte y confiable. Por eso hoy puedo orar como el salmista, diciendo: Si fuera al oriente donde nace el sol, allí estarías; o al occidente, al fin de los mares, allí estarías. Aun allí me tomarías de la mano y me conducirías; tu fuerte mano derecha me ayudaría (Salmo 139:9,10 PDT). Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo, pues Tú eres ese refugio seguro a donde puedo correr en tiempo de angustia y necesidad, bajo tus alas estoy cubierto y tu Palabra es mi escudo. Amén.