viernes, 22 de julio de 2016

HOGAR

 

APOCALIPSIS 21:1-4 Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo. Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: ¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más. (N.T.V.)


©  ¡Hogar Dulce Hogar! Nuestro Hogar Celestial. (Leer Apocalipsis 21:2 a 22:6)

Por más agradable que sea viajar, la mayoría de nosotros admitiría que tenemos una sensación de seguridad y placer cuando estamos de nuevo en casa. Hay algo reconfortante en abrir la puerta, ver cosas familiares y sentir que estamos en casa.

 

Al apóstol Juan se le dio una visión que incluía atisbos de nuestro futuro hogar, la nueva Jerusalén. A usted puede sorprenderle saber que algunas cosas de nuestra vieja morada no estarán allí, pero lo que las reemplazará será infinitamente mejor:

1. Primeramente, no había ninguna iglesia en la visión de Juan, "porque el Señor Dios Todopoderoso es el Templo de ella, y el Cordero" (Apocalipsis 21:22). Las denominaciones ya no dividirán el Cuerpo de Cristo.

2. El sol ni la luna brillarán sobre la ciudad en ese día, "porque la Gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su Lumbrera" (Vs.23). Imagine, no habrá necesidad de electricidad, linternas o velas.

3. Otra diferencia es que las puertas de la ciudad estarán siempre abiertas. Puesto que no habrá pecado, las cerraduras no serán necesarias en nuestro Hogar Celestial. (Vs.25)

4. También estarán ausentes la muerte y la corrupción. De hecho, nada impuro entrará a ese hogar futuro; la santidad absoluta caracterizará a ese lugar paradisíaco y el sufrimiento será una cosa del pasado. Lo que tenemos que anhelar es la vida abundante en Cristo, pura y sin mancha.

 

Piense en la cómoda sensación que usted tiene al abrir la puerta de su casa. Eso es apenas una pequeña idea de lo que sentiremos algún día cuando lleguemos al lugar que nuestro Padre Celestial ha preparado para nosotros en el cielo.

 

CONFESIÓN DE FE:

SÉ QUE TENGO UNA MORADA ESPECIAL EN EL CIELO QUE EL SEÑOR JESÚS HA IDO A PREPARAR PARA MÍ, ASÍ QUE: ¡FINALMENTE, Y PARA SIEMPRE, ESTARÉ EN CASA! EN MI HOGAR, DULCE HOGAR CELESTIAL.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, El HaKavod, Dios de Gloria (Salmo 29:3,4). Dios Todopoderoso, Tú mismo eres hermoso y la fuente de toda belleza y creatividad. Es por eso que hoy vengo a darte gracias, mi Señor, por el hogar que Tú has preparado para nosotros en tu gloria, donde tendremos una eternidad llena de tu Presencia y de tu Amor. Gracias porque no solo tengo que esperarlo allí, pues has cambiado mi vida de tal forma que estar al lado tuyo es estar en mi hogar, dulce hogar que tu provees para los que en Ti hemos confiado. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo por esa morada que has preparado para mí. Amén.


Juan Manuel Lamus O.