lunes, 25 de enero de 2016

EL ORIGEN

 

ISAÍAS 45:5-10 Yo Soy el Señor; no hay otro Dios. Te he preparado para la batalla, aunque tú ni siquiera me conoces, para que el mundo entero, desde el oriente hasta el occidente, sepa que no hay otro Dios. Yo Soy el Señor, y no hay otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas, yo envío los buenos tiempos y los malos; Yo, el Señor, Soy el que hace estas cosas. Ábranse, oh cielos, y derramen su justicia. Que la tierra se abra de par en par, para que broten juntas la salvación y la justicia. Yo, el Señor, las he creado. ¡Qué aflicción espera a los que discuten con su Creador! ¿Acaso discute la olla de barro con su hacedor? ¿Reprocha el barro al que le da forma diciéndole: "¡Detente, lo estás haciendo mal!"? ¿Exclama la olla: "¡Qué torpe eres!"? ¡Qué terrible sería si un recién nacido le dijera a su padre: "¿Por qué nací?" o le dijera a su madre: "¿Por qué me hiciste así?"! (N.T.V.)

 

©  Del origen de nuestra aflicción

Al pasar por tiempos de aflicción nos preguntamos por qué permite Dios que situaciones dolorosas vengan a nuestra vida. Eso no parece coincidir con su papel de Padre amoroso; y nos resulta difícil conciliar nuestro sufrimiento con su amor y su poder para evitarlas.

 

Para entender lo que sucede, necesitamos considerar el posible origen de nuestra aflicción:

1. Un mundo caído: 

Cuando el pecado se introdujo en el mundo, el sufrimiento vino con él. Dios pudo habernos protegido de sus efectos dañinos convirtiéndonos en títeres incapaces de elegir el pecado, pero eso significaría también que seríamos incapaces de elegir amarlo a Él.

2. Nuestras decisiones: 

A veces, nos metemos en problemas al tomar malas decisiones. Si el Señor interviniera y nos salvara de cada consecuencia negativa, nunca nos convertiríamos en creyentes maduros.

3. Los ataques de satanás:

El diablo es nuestro enemigo y por tanto pone trabas a cualquier cosa que el Señor quiera hacer en y por medio de los creyentes. Su propósito es destruir nuestra vida y nuestro testimonio, debilitándonos y haciéndonos inútiles para los propósitos de Dios.

4. La soberanía de Dios: 

En última instancia, el Señor tiene el control de toda aflicción. Negar su actividad contradice su poder y su soberanía sobre la creación.

 

Para poder aceptar que Dios permite, o incluso envía, las aflicciones, debemos verlas desde su perspectiva.

©  ¿Tiene usted puesta su mirada en el dolor o en el Señor?

 

CONFESIÓN DE FE:

COMO VERDADERO SEGUIDOR DE CRISTO, TENGO LA SEGURIDAD DE QUE DIOS NO PERMITIRÁ QUE ME VENGAN AFLICCIONES, A MENOS QUE SEA CON UN BUEN PROPÓSITO, EL BIEN SABE LO QUE ES CONVENIENTE PARA MÍ.

 

ORACIÓN:

Padre Celestial, El Kurios, Soberano Rey y Señor (1 Timoteo 6:15). Mi Dios y mi Señor Jesús, Aquel que es Soberano sobre la vida y la creación, se que gobiernas la vida de todos nosotros para nuestro bien. Es por eso que hoy vengo a tu Presencia a darte gracias por todo lo que me puedas deparar, ya que se que todo ayuda para bien a los que te amamos, en Ti creemos y en Ti confiamos, así que no hay aflicción que no tenga un propósito y haya de cumplirse de acuerdo a tu buena, perfecta y agradable voluntad, y yo lo acepto pues se que fortalecerá mi carácter e incrementará mi fe. He orado en el Poderoso Nombre de Jesús. Amén.


Juan Manuel Lamus O.