EFESIOS 4:29-32 No empleen un lenguaje grosero ni ofensivo. Que todo lo que digan sea bueno y útil, a fin de que sus palabras resulten de estímulo para quienes las oigan. No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que Él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo. (N.T.V.)
© De cuando bebemos nuestro propio veneno amargo.
Imagine a un científico triste, deprimido y encorvado en su laboratorio. Sus ojos están entrecerrados y sus labios fruncidos. Sus dedos están añadiendo una pizca de esto y un poquito de aquello al líquido verde en el tubo de ensayo que tiene en frente. Sus pensamientos son una mezcolanza de recuerdos; su corazón, un añejo mosaico de odio por un agravio que sucedió hace mucho tiempo. Está pensando en la persona que le hirió, mientras prepara un veneno para el ofensor.
Parece el extracto de una película antigua, ¿verdad? Pero es aquí donde la escena cambia de dirección. Imagine a ese mismo científico dando un suspiro de alivio cuando se endereza, maravillado del líquido de venganza que ha creado. Entonces dice:
- "Esto le enseñará" y se bebe el veneno.
Ese es un giro sorpresivo que no esperaríamos en una película. Sin embargo, hay una buena posibilidad de que usted haya hecho esto mismo en un momento u otro de su vida.
La amargura es una toxina que preparamos para otra persona, pero después nos la bebemos nosotros mismos. Es una dosis concentrada de veneno emocional, a menudo un veneno que preparamos cuidadosamente y desarrollamos a lo largo de años. Cuando reaccionamos a la mala acción de alguien replegándonos y dando rienda suelta a fantasías de venganza y hostilidad, estamos envenenando lentamente nuestro corazón y nuestra mente.
Pídale a Dios que le muestre cualquier señal de veneno que haya en su ser. Dígale después que le ayude a administrar una dosis del antídoto:
© El perdón.
CONFESIÓN DE FE:
CON LA AYUDA DE DIOS ESTOY SEGURO QUE PODRE PERDONAR A MIS OFENSORES ASÍ COMO ÉL ME PERDONO A MÍ, DE MANERA QUE EL VENENO DE LA AMARGURA NO VENGA A CONTAMINARME A MI PRIMERO CON EL SENTIMIENTO DE VENGANZA.
ORACIÓN:
Señor Jesús, Elohim Selichot, Dios del Perdón (Nehemías 9:17). Mi amado Señor reconozco que eres Dios bondadoso y misericordioso, lento para enojarte y rico en amor inagotable; y por el contrario nosotros, los seres humanos, somos lentos para perdonar y rápidos para enojarnos, pero está en tu naturaleza el perdonar, el deseo de concedernos tu perdón. Por eso hoy te pido que esa naturaleza de amor y perdón venga sobre mí para que el veneno de la amargura no me contamine, sino por el contario sea yo manifestando a mis ofensores el perdón y el amor que me has impartido. Gracias mi Señor y Salvador Jesucristo por tu ejemplo de amor, misericordia y perdón inagotables. Amén.
Juan Manuel Lamus O.