miércoles, 17 de julio de 2024

SI HUBIERA…

 

JUAN 13:34,35 (BLS) "Les doy un mandamiento nuevo: Ámense unos a otros. Ustedes deben amarse de la misma manera que Yo los amo. Si se aman de verdad, entonces todos sabrán que ustedes son mis seguidores".

 

Cuando reemplazamos los "si hubiera…", por los "lo hice…"; tal vez la vida nuestra y la de muchos sería diferente, más bella, más fructífera y más amable.

 

¡¡¡El "si" y el "hubiera", son palabras que separadas

pueden parecer muy inocentes; pero poniéndolas juntas, lado a lado,

tienen el poder de estimularte a la acción y al amor toda la vida!!!

 

💞 Historia de la vida real:

Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda; gorra marrón, manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera; pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca gastada, con un chaleco de lana tejido a mano. El anciano miraba a la nada, lloró, y en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme a preguntarle, o siquiera consolarlo. Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mí, le sonreí, lo saludé con un gesto aunque no crucé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto. En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme, caminé rápido como escapándome. Compré un libro y tan pronto llegué a mi casa comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia, pero esa lágrima no se borraba. Los viejos no lloran así por nada, me dije. Esa noche me costó dormir; la conciencia no entiende de horarios y decidí que en la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido. Luego de vencer mi pena, logré dormir. Recuerdo haber preparado un poco de café con galletas y muy deprisa fui a su casa convencido de tener mucho por conversar. Llamé a la puerta, y salió otro hombre.

-       ¿Qué desea? preguntó, mirándome con un gesto adusto.

-       Busco al anciano que vive en esta casa; contesté.

-       Mi padre murió ayer por la tarde, dijo entre lágrimas.

-       ¡Murió! dije decepcionado.

Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.

-       ¿Usted quién es? volvió a preguntar.

-       En realidad, nadie, contesté y agregué, ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle que le sucedía, pero hoy volví para hablar con él pero veo que es tarde.

-       No me lo va a creer pero usted es la persona de quien hablaba en su diario.

Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole más explicación.

-       Por favor, pase, me dijo aún sin contestarme.

Luego de servir un poco de café me llevó hasta donde estaba su diario y la última hoja rezaba: "Hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable, hoy es un día bello". Tuve que sentarme, me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle. Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije:

-       Si hubiera cruzado la calle y si hubiera conversado unos instantes con su padre; pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo:

-       Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.

 

Si hubiera... si hubiera... si hubiera... ¿Cuántas veces esas dos palabras han estado en nuestros labios?

Tomemos la decisión de aprovechar cada oportunidad para amar, compartir y edificar a otros hoy, porque mañana puede ser demasiado tarde

 

CONFESIÓN DE FE:

NO ESPERARÉ LAS OPORTUNIDADES PARA AMAR A MIS SEMEJANTES, LAS PROPICIARÉ Y PONDRÉ EN ACCIÓN EL AMOR QUE DIOS HA DERRAMADO EN MI CORAZÓN, DE MANERA QUE NO TENGA QUE LAMENTARME POR LOS "SI HUBIERA…"

 

ORACIÓN:

Dios y Señor nuestro, El Kjesed, Dios de Amor Fiel e Inagotable (Salmo 25:6). Mi amado Dios y Señor, hoy vengo a tu presencia a darte gracias, Padre Celestial, pues Tú nos has amado primero y por medio de tu amado Hijo Jesucristo nos has demostrado cómo amar sin condición. Hoy te pido que me ayudes a ser una persona amorosa con mis semejantes y así poder mostrar el Cristo que habita en mi corazón, de manera que realmente pueda decir que soy uno de tus discípulos, y no tener nunca que lamentarme al decir: "Si hubiera…"; he orado en el Poderoso Nombre de Jesús ¡Amén!


Pr. Juan Manuel Lamus Ogliastri